Cuando ninguna verdad interesa, ya sea, histórica, filosófica, biológica o de cualquier naturaleza, allí estará la izquierda. El marxismo es un pensamiento que mutila el sentido de verdad que existe en cada ser humano. Es un virus que coapta la mente humana y se expande como una epidemia. El pensamiento clásico diría que la virtud es difícil de alcanzar, pero en el vicio es fácil caer y mantenerse. Entonces, llamemos sin tabúes a este mal: “defecto mental”. A continuación daré algunos argumentos para no ser acusado por los correctores políticos como un antiderechos o un ultrafascista. Pero a decir verdad la izquierda es como un espejo, en general sus acusaciones son un fiel reflejo de su propia doctrina.
A medida que las sociedades fueron complejizándose en su desarrollo histórico y cuando más se necesitó del pensamiento humano en su faceta social y humanística, irrumpieron las ideologías, esencialmente dos: el liberalismo y el socialismo. Quisieron rescatarnos de la “barbarie” del pensamiento clásico y medieval, pero más bien llevaron a corromper al ser humano y el tejido social en conjunto. Hoy las pruebas están a la vista y solo un loco podría decir que la sociedad avanzó en plano humano.
Luego del trágico transcurrir del siglo XX y el baño de sangre que significó la primer y segunda Guerra Mundial con el auge de los totalitarismos en Europa, devinieron principalmente dos modelos políticos: la democracia liberal y el comunismo. Occidente y oriente luchaban por el dominio geopolítico del mundo. En América se introducía el comunismo en Cuba y en el lejano oriente con China. A duras penas el marxismo sobrevivió en la isla caribeña. China mantuvo su sistema político intacto, pero a diferencia, en materia económica se pasó al bando capitalista abriendo su economía. En la actualidad mantiene una guerra comercial con Estados Unidos, cambiando balas por acciones o tasas de interés. Finalizada la Guerra Fría cae la URSS y el sistema totalitario comunista que domino toda Europa del Este. El mundo parece que pudo superar este sistema que trajo muerte, genocidios, hambrunas, destrucción y atraso en manos de dictadores como Lenin y Stalin.
Así, advino la democracia como sistema predominante. Pero la izquierda a instancias de superarse pudo reinventarse y readaptarse al socialismo democrático. Marx quedaba relegado de su puesto. Quien ocuparía ahora el trono seria Antonio Gramsci, cuyo mérito fue articular a la izquierda en el siglo XXI, tomando mayor preponderancia desde la caída de la cortina de hierro hasta nuestros días. Los camaradas le deben su supervivencia al pensador Italiano oriundo de Cerdeña. La lucha ya no se daría con armas, sino a nivel intelectual buscando la hegemonía en los campos de pensamiento como la universidad, los medios de comunicación y hasta en la Iglesia misma, principal enemigo y guardiana de tradiciones con más de dos mil años de antigüedad. De esta forma, se pretende cambiar la cosmovisión de occidente a partir de una hábil reingeniería social neomarxista. La guerra dejó el campo de batalla para trasladarse al campo cultural.
Las nuevas causas defendidas por la izquierda son el feminismo, ecologismo, indigenismo, abortismo y lgbtismo, entre otras. No es raro que los sectores izquierdistas enarbolen y lleven la dialéctica revolucionaria a estos campos de lucha cultural para refundar todas las instituciones humanas como la familia, adaptando la Fe al mundo moderno o simplemente adoctrinando el pensamiento. Todo lo anterior, alejado de la ley natural y del peso propio de la historia que permite acentuar naturalmente y con madurez el quehacer humano. Por el contrario, la aceleración de la historia (en términos de Rafael Gambra), su descomposición y el progresismo atentan contra el proceso natural de cualquier orden civilizatorio y peor aún lo desvincula de sus raíces y fuentes históricas. En definitiva lo mejor de nuestro pasado fue desecho por el progresismo y el modernismo.
Pero, ¿qué pasó con la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía? Sin duda paso a un segundo plano. Y hasta el capitalismo que antes se combatía paso a financiar y publicitar las nuevas campañas neomarxistas, entre ellos, George Soros, Bill Gates, la familia Rockefeller y empresas como Coca-Cola, Apple, PepsiCo y Google, por citar alguna de las más famosas compañías que facturan miles de millones de dólares al año. En suma, son socios en la batalla cultural del marxismo en pleno siglo XXI. El capitalista sale aireado al asociarse y es preferible que las causas sociales izquierdistas luchen directamente contra la familia, la vida y la religión, aunque siempre fueron atacadas pero en la actualidad mucho más, y no contra el propio capital que se pretendía abolir y reemplazar por una dictadura proletaria para salvarnos de la esclavitud plutocrática. En este sentido la lucha contra el capital fue reemplazado por la vida del ser humano por nacer, por minorías sexuales supuestamente “oprimidas”, por la defensa del medio ambiente y también de las culturas originarias. Detrás se erige la maquinaria infernal del marxismo con su brazo protector que aglutino todas estas causas mencionadas, con el propósito de su triunfo ideológico esparciendo una verdadera peste destructora de la civilización occidental.
Hoy la Izquierda no tiene tales fines sino otros como explique en el párrafo anterior. En consecuencia, se reemplazó la visión de las estructuras económicas de la sociedad por estructuras culturales como la patriarcal, sexual, ecológica, indígena, etc. Pero en verdad estas castas ideológicas pretenden coaccionar desde las estructuras estatales y el monopolio legal a una ciudadana que en su mayoría no comulga con la catequesis ideológica que se pretende imponer. Además, de falsas causas con una cosmovisión relativista y constructivista de la sociedad apelando a un capricho de índole subjetivista sin ningún carácter identitario con la realidad.
Obviamente, recurren a un cambio lingüístico, redefiniendo el lenguaje para adaptar su visión ultra ideologizada y fanatizada de la realidad. Este imperativo de implementación sirve para construir una nueva realidad, y se basa en postulados dogmáticos: ateos, inmanentistas, antropocentristas, marxistas, laicistas, dialecticos y revolucionarios ¿Algo más dogmático que lo anterior? A mi parecer diría que no. Pero, el mitin ideológico arremete contra la Iglesia acusando de tener una visión dogmática. Diremos que el Catolicismo fundo la civilización, rescato el ingenio Griego y Romano, produjo las obras de arte, música y arquitectura más importantes y sorprendentes de la historia. Finalmente elevo el espíritu en su grandeza como ningún otra doctrina. En contrapartida los revolucionarios tiñeron de sangre el último siglo de la historia. Esta verdadera religión laica que emana odio costó la vida de millones de seres humanos.
En cuanto a la mega ingeniería social propuesta por Gramsci necesita de un hombre nuevo que rompa con las tradiciones de occidente como: costumbres, religión, debilitamiento de las fuerzas armadas, el sentido de patria e inclusive el misterio existencial de la vida misma. Para ello, echa mano a un sinfín de armas intelectuales como la infiltración al sistema educativo y medios de comunicación. Esto permitirá coaptar las mentes tan necesarias para instalar en el hombre el germen marxista que destruirá todos los vestigios de nuestras tradiciones.
Los personajes mesiánicos e indiscutibles del marxismo sentaron las bases para la destrucción de occidente. El hombre absorbido por estas ideologías sucumbe cada día en una especie de muerte espiritual. Mientras no erradiquemos los males ideológicos, difícilmente occidente vea la luz y el esplendor que forjaron civilizaciones antiguas, que sin lugar a dudas, no eran perfectas pero se esforzaban por encontrar verdades naturales y esenciales mediante un recto pensar y un ideal que les permitiera vivir en armonía.