Las maneras con las cuales los seres humanos contamos para comunicarnos son de vital importancia para el desarrollo de nuestra vida. Tal es así que una vez que se nos presenta el cambio de un término ya aprehendido por nuestra mente, solo basta la popularización de una definición diferente a la anterior de dicho término para generarnos confusión, desembocando en el nominalismo eufemístico de la mayoría de las palabras. Es preciso que antes de desarrollar el tema, definamos los términos que usaremos, según el Diccionario de la Real Academia Española, Lenguaje es la “Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos.” Y Lengua, el “Sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura.”
Ya desde la Revolución Francesa podemos notar un cambio conceptual en los términos manipulados por la masa de la sociedad. Palabras como “Libertad”, “Fraternidad”, e “Igualdad” fueron tomadas, destruidas y reformuladas, como es esencial a toda revolución: destruir lo tradicional, y, sobre eso contruir algo totalmente diferente, impuesto a la comunidad por una minoría pseudointelectual; a una masa de personas que, cual caldo de cultivo para la revolución, toma dichas definiciones y las hace propias.
En la actualidad, la agenda global del marxismo cultural también se nos presenta mediante la utilización de una lengua específica. Todos hemos escuchado ya términos modernos como “Poliamor”, para señalar la promiscuidad, “Interrupción Voluntaria del Embarazo”, para indicar la monstruosidad del aborto; y otra serie de palabras como “agénero”, “heterosexismo”, “Identidad de género”, “panasexual”, etc, (del glosario virtual de IPPF) se han infiltrado en el lenguaje cotidiano utilizado por la sociedad, que parece dormida ante esta vil creación de eufemismos que forman parte de la Segunda Etapa de la Ventana de Overton, que ya hemos abierto de par en par.
Tampoco debemos olvidar el tan famoso y esencialmente nefasto “Lenguaje Inclusivo” fomentado por el Estado y ya varias veces denegado por la Real Academia Española (cuyo antiguo director, Garcia de la Concha , señaló “No hace falta forzar para duplicar, no hablamos así”) por el cual, se pretende insólitamente visibilizar minorías supuestamente discriminadas mediate el correcto uso del masculino para generalizar en palabras como “todos” o “alumnos”, cambiando la “o” que indicaría para ellos la inclusión solamente de los varones, por una “e”, aparentemente neutra, en el plano oral y por una “x” en el plano escrito.
Así es como, mediante la lengua manejada hoy por una minoría dictadora, que promueve las ideas de una “voluntad configuradora”, en las cuales se manifiesta cómo uno mismo le confiere a la realidad su sentido, cómo el Orden es inventado y cómo podemos “construir” la verdad de las cosas; se realiza la Revolución en el ámbito cultural. Este cambio cultural no es un fenómeno aislado, es producto de una manera de pensar, de una cosmovisión que ya ni siquiera es antropocentrista, pues niega también al Hombre y su Humanidad.
Nosotros debemos entonces reconocer, primero, que en la realidad hay un sentido previo a nuestra consideración particular y que la Batalla Cultural se da también en el ámbito lingüístico, porque la lengua impone una manera de pensar y en el plano del léxico, las palabras están repletas de significación. La Revolución Cultural debe ser resistida, es nuestro deber como ciudadanos, y es preciso que tengamos la voluntad de luchar contra esta imposición ideológica, mediante el retorno osado a nuestras tradiciones, a lo que es natural, a los grandes clásicos que jamás pasan de moda, al amor por Dios, la Patria y la Familia, en orden a luchar esta batalla por la Verdad.