¿Qué tal si un amigo te invita a un asado y, al llegar, te recibe con una transmisión del programa «Locos X el Asado?»? ¿Y si te dice que las carnicerías estaban cerradas y que es lo mismo comer uno que ver uno? Ni hablemos si insistiera con que, en épocas de contagio, basta con una buena actitud de fiel comensal online para satisfacer el cuerpo de todo buen fanático de esta cocina tan nuestra. En este caso el alma, total es lo mismo, nos diría nuestro anfitrión.
¿Por qué entonces estamos comenzando a pensar que una Misa por TV es casi lo mismo que una presencial? ¿Será porque creemos que lo espiritual viene del corazón, no de lo externo y físico? En ese caso la Misa o los sacramentos serían como un cheque. Que no es dinero constante y sonante, pero lo representa. Según esa visión de las cosas Dios nos daría la gracia con ocasión de una Misa. Pero una Eucaristía no es ocasión, sino causa de la gracia. Verdadera causa física o material, instrumental, que nos permite participar de la vida misma de Dios. «El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna» dijo el Señor. Y, por si quedan dudas, «mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida». Nadie come ni bebe online. Aunque sí podemos inspiramos y emocionarnos online. Pero distingamos. Para sanarnos, salvarnos y tener vida eterna, necesitamos el contacto físico con los sacramentos. Con el Cuerpo de Cristo que se continúa en los sacramentos. Ninguna pandemia, ni siquiera el peligro de muerte inminente, deberían llevarnos a pensar que un video puede sustituir a la Eucaristía.
Hagamos nuestras las palabras de María Magdalena la mañana de la Resurrección: «se han llevado el Cuerpo de mi Señor y no sé dónde lo han puesto… dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Preguntemos a los mártires que murieron por asistir a una Misa y te dirán lo mismo: el peligro de contagio no debe hacerte perder el sentido común, la cordura y hasta la fe pensando que una Misa digital nos hace participar sacramentalmente del Sacrificio incruento, la Resurrección y la Ascensión del Señor. Por supuesto que muchas cosas alimentan nuestra fe personal y familiar. Que más vale algo que nada. Pero, nunca más cierto que en este caso, «parecido no es lo mismo». Hay una diferencia abismal. Infinita. No podemos comer y beber su Cuerpo y Sangre en pixeles.
Recemos en familia, sobre todo estos días, sí. Eso es muy importante y agradable a Dios. Pero, no nos acostumbremos a una Iglesia doméstica sin el Cuerpo de Cristo. La participación en la Eucaristía es la fuente primera e indispensable de la vida y salud de la Iglesia y de cada cristiano. ¡Ven, Señor Jesús!