libertarios

Una observación sobre los libertarios. Propuesta para una discusión – por Mario Accorsi

El discurso público argentino está atravesado por la crisis económica. Vemos así, gran cantidad de economistas desfilar por los medios de comunicación aclarando las causas, postulando diagnósticos y presentando las soluciones a una crisis que parece profundizarse cada día más.

De estos economistas los que últimamente han sobresalido por su formación y elocuencia son los liberales o libertarios, tanto que uno de ellos se ha postulado como candidato a presidente de la República Argentina. Este es José Luis Espert.

Los liberales o libertarios han articulado un discurso en el que ponen foco en el Estado y la corporación política. Para ellos, y en muchos puntos para nosotros también, gran parte de la recaudación impositiva se destina a gastos superfluos e improductivos. Pero dan un paso más: el sostenimiento del aparato del Estado es una condición necesaria para que la corporación política pueda mantener sus fueros y privilegios, de ahí que nos encontremos con todo tipo de alianzas políticas que, ayer insospechadas, hoy son una realidad.

Para superar esta grave crisis, producto de la incapacidad política, por un lado, y de la falta de decisión para llevar adelante las medidas urgentes y necesarias, por el otro, ellos proponen, en principio, una reducción del 15% del gasto público sin tocar el gasto social y haciendo foco en el gasto político. El fin último debe ser bajar el gasto público achicando el Estado para bajar los impuestos y que aumente la inversión productiva y el consumo.

Por supuesto, que no son los libertarios los primeros en ver que el problema es la casta política o partidocratica. En la primera mitad del siglo XX fue el Nacionalismo quien denunció este asalto al Estado para sostener un régimen inicuo de opresión y saqueo y, fue este grupo el que dio un paso más allá, cuestionando los principios que sustentaban ese sistema y no solamente quienes gobernaban ese sistema. Y es en este punto donde el Nacionalismo y el Liberalismo comienzan a separarse o por lo menos, donde el debate se pone más áspero.

El principal postulado defendido por el Liberalismo es el de la libertad, libertad entendida como un bien en sí mismo, un tesoro que debe ser defendido hasta dar la muerte por ella si fuese necesario. El Liberalismo es, en definitiva, el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo y la libertad, hacer lo que a uno se le plazca con tal de no perjudicar a un tercero.

Esta forma de ver la libertad no tendría problema en justificar actos malos como el suicidio o flagelaciones auto infringidas pues no habría en estos actos perjuicio alguno a otra persona. “Si la persona quiere hacerlo, está en todo su derecho, pues es libre y nadie puede impedírselo”.  

Nuestra radical diferencia con esta doctrina de pensamiento y acción está en que nosotros consideramos que un acto voluntario no es bueno por el solo hecho de ser libre, sino que es bueno porque es bueno aquello a lo cual libremente se ha determinado. “No se califica positivamente una opción por haber sido libremente elegida, sino que, por el contrario, es la elección la que se califica positivamente por haber tenido como objeto una buena opción” (Antonio Widow)

Por eso, toda la tradición clásica concluye:

“la libertad no es el primer bien del hombre. Si tal fuera, todo lo que fuere tocado por ella sería así bueno; todo lo que cada hombre hiciese u omitiese, por proceder de su libre voluntad, sería por lo mismo irreprochable. La libertad es el modo de dirigirse el hombre a su bien primero, no es ella el bien primero. Por esta razón, depende también ella, en su calificación, del fin de la conducta humana” (Antonio Widow)

Visto así la cuestión a zanjar es “qué es bueno y por qué lo es” y si en lo que es bueno hay una jerarquía de valores o no la hay. Problema importantísimo para juzgar cualquier acción humana: la persona humana como centro de todos los desvelos, entendido el hombre como animal racional y no como construcción socio histórica o el dinero como eje vertebrador de la sociedad y elemento de gozo individual y social.

Creemos, con Ramiro de Maetzu, que “para ser ricos hay que tener conciencia de un ideal y de una misión” porque, como dice Ernesto Palacio, “la riqueza material no la obtiene una nación con los mismos procedimientos de una casa de comercio, sino por añadidura, cuando se propone una finalidad trascendente a la riqueza misma.”

Nuestro país vive un momento clave en el que surgen cuestionamientos que antes estaban vedados o callados. Pensamos que es hora de cambiar la mirada y “ver más allá” de la crisis y postular un ideal y una misión: primero nuestro prójimo, primero la persona.

El autor es Magíster en Educación, Licenciado y Profesor en Historia.

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